Durante siglos, Europa Occidental ha constituido el “corazón” de nuestra majestuosa civilización, formada a partir de los enjundiosos acervos étnicos y culturales legados por los antiguos griegos, romanos y germanos. Pueblos, éstos, recíprocamente emparentados, desde sus mismos orígenes, por la “sangre”, el “suelo” y el “espíritu”.

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